Nacido en Talavera la Real en los últimos años del siglo xv, Diego Sánchez de Badajoz fue cura de su pueblo nativo hasta su muerte hacia la mitad de la centuria siguiente. Un cura tan preocupado por la catequización de sus feligreses, que no vaciló en hacerse cura-dramaturgo y componer, para convertirlos mejor, las veintisiete farsas recogidas, en 1554, en la Recopilación en metro. No por tener, sin embargo, tan declarada finalidad catequística es este teatro religioso aburrido o inhábil. Muy al contrario. Lo que nos descubren los análisis sistemáticos de Françoise Cazal son, hasta ahora muy escasamente captados por la crítica, todo el talento literario y el espíritu festivo del autor de una producción dramática en que se mezclan la variopinta jocosidad de la Edad Media y las interrogaciones doctrinales que iban a ser las del Concilio de Trento. Más aún, los principios metodológicos aplicados à la lectura de las farsas de Diego Sánchez - los procesos de la interlocución examinados a la luz de las teorías de Michel Vinaver, o los de la reescritura de la materia bíblica - ofrecen modelos para el estudio de cualquier otra obra del teatro aún insuficientemente explorado del XVI.